Por Stephanie Bernard
Maurizio Cattelan, Comediante, 2019
Juan Vives en su tratado sobre las emociones ‘De anima et vita’ (1538) fue el primer autor en tratar sobre el tema del humor sin basar sus explicaciones en autores clásicos. Este centra su teoría sobre la risa en la observación, dando por ejemplos situaciones donde cuando uno menos lo espera estalla en risas. Muy propio de Vives, autor quien se posicionó contra el uso de un lenguaje sofista, y el uso abusivo del latín en su época, veía en el humor un fenómeno del ser humano que respondía a una necesidad. Funcionando como mecanismo de defensa, así como el miedo nos aleja del peligro, el humor y la risa parecen ayudar a disipar el dolor en situaciones difíciles.
Hoy día el humor como tema de estudio se divide en varias teorías. Desde ser una forma de demostrar superioridad ante otros, un tipo de terapia (1), una táctica de disimulo (2), y hasta una respuesta cuando se trata de lidiar con una incoherencia, con lo inesperado. Esta última sería la teoría de Kant (3) quien asegura que la risa resulta del encuentro con lo absurdo, de presenciar una acción que lleva a la nada, un movimiento o una frase disparada al público sin explicación previa. Al parecer lo inesperado seguido de la risa se transforma en una forma de lidiar con la desdicha que nos atraviesa en la vida. Por ejemplo, mi generación, “los millennials” sobrevivimos a fuerza de lo absurdo, alimentándonos de un tipo de humor sutil que generaciones anteriores no logran captar. ¿Con cero amenazas de una guerra inminente, por qué los jóvenes que viven en países occidentales en completa paz se sienten tan nihilistas? ¿Por qué el haber resuelto todas nuestras necesidades básicas no nos hace felices?
El arte desde que se separó de su misión puramente religiosa parece estar ligado a esta realidad: la insatisfacción del hombre. Por ejemplo, las pinturas de paisajes que surgen a finales del siglo XVI, se suele pensar que su demanda por parte de la nobleza iba de la mano con el aumento de población en las capitales. Cabe recordar que es durante la temprana edad moderna (c.1400-) que se concretiza el envío de embajadores a cortes europeas mientras que el rey pasa de itinerante a permanecer inerte junto a su corte.
Sin embargo, ¿por qué el millennial se empeña en recurrir a lo absurdo para apaciguar su descontento? Indicios de tal mecanismo de defensa parecen encontrarse en el movimiento dadaísta (1916-1925).
En la historia del arte, esta corriente se nutrió del descontento hacia el presente, en ideas que proliferan principalmente entre jóvenes, y ve sus raíces en políticas radicales comunistas en Berlín. Este movimiento artístico se servía de objetos u obras de arte que sus artistas alteraban, creando con ellos un nuevo significado. Con sus ready-mades, nombre que darían a estas nuevas obras 'modificadas' los dadaístas denunciaban su descontento hacia la academia y la sacralización del arte renacentista por parte de la burguesía. Los dadaístas se consideraban “anti-arte” y dieron de qué hablar al transformar la imagen más representativa de la academia: La Mona Lisa, escribiendo las letras L.H.O.O.Q sobre una reproducción del cuadro. Letras que pronunciadas en francés hacen entender la siguiente frase: Elle a chaud au cul (Ella tiene el culo caliente). De la misma forma que los dadaístas alteraron objetos representativos de su queja con el fin de burlarse de la alta clase social, hoy en día los Millennials y la Gen Z hacen lo mismo, pero su necesidad excede a una lucha de clases y se centra más en un descontento global. ¿Podría la Mona Lisa editada por Duchamp interpretarse como el meme más antiguo de la historia?
Los memes o imágenes a las cuales se les añade un texto para alterar su significado son utilizadas diariamente para crear un chiste. Son imágenes que se burlan de alguna injusticia, pena, angustia, incongruencia…en fin, las versiones son innumerables. Sin embargo, como regla general, lo absurdo como temática en los memes aparenta ser la orden del día. Para aquellos nacidos a partir de los años noventa, estos se han vuelto una válvula de escape al descontento diario, un descontento que surge de la siguiente realidad: una alta tasa de desempleo, un mundo laboral altamente competitivo, la inseguridad de trabajo, una moneda que no aumenta en poder adquisitivo, todo esto resultando en la caída de la natalidad en países occidentales. El costo de vida aumenta, mientras los salarios se mantienen iguales. La incertidumbre de no poder conseguir un trabajo en lo que nos apasiona acompañado del pesimismo mediático ha creado un humor que toma inspiración de lo absurdo, donde chistes como: Yo existo sin mi consentimiento (memezila.com) resuena en la mente de los Millenials y Gen Z, quienes heredan una crisis económica, la necesidad de revertir el daño que las industrias han causado al ecosistema y salir de la dependencia en energía de combustible fósil.
Por supuesto, yo no soy la primera persona en haber percibido la estrecha relación que existe entre el dadaísmo y los memes. Megan Hoins (4) habla de la similitud entre este movimiento y cómo los millennials son quienes consumen más este tipo de humor. Según la autora, existe una gran diferencia entre los dadaístas y los memes. Estos últimos nunca podrían formar parte de un museo. En cuanto a esta aseveración solo puedo decir que nunca se debe subestimar los límites del arte contemporáneo.
Si los memes se han quedado circulando en el internet, siempre disponibles para el disfrute de los millennials o Gen Z sin llegar a formar parte de un movimiento artístico, esto no significa que nunca puedan llegar a formar parte de una exposición. Hoins parece haber ignorado los innumerables ejemplos que nos ofrece el arte contemporáneo, que cuenta con obras donde su valor en el mercado se basa meramente en la absurdidad de estás.
Una banana pegada (5) a la pared con cinta adhesiva se vende por 120.000 dólares, una obra valorada en 1.4 millones de dólares se destruye en plena venta (6) y una escultura invisible (7) se vende por 18.300 dólares, los ejemplos continúan… Los artistas contemporáneos parecen haber reconocido cómo lo absurdo mueve el mercado, y de hecho lo han hecho desde los años 60 siguiendo los pasos de los dadaístas. Sin embargo, la diferencia que encontramos hoy día entre el arte que se expone en galerías y los memes se sitúa en la apropiación ilimitada de imágenes y su cambio de contexto por usuarios del internet. Una forma de expresión que ha llegado a ser empleada hasta en campañas publicitarias.
Un afiche de publicidad de doge en una estación de metro de Estocolmo.
Knowyourmeme.com
Mientras el dadaísmo prolifera en galerías, los memes proliferan en la cotidianidad. ¿Seremos nombrados la generación meme ? El humor se ha codificado en nuestra época a fuerza de una continua readaptación de imágenes acompañadas por un texto. Aceptamos lo inútil/absurda que es esta acción, visto que va de la mano con nuestra actualidad. Una actualidad inestable, que necesita de una forma de expresión rápida, fácil y accesible. Admitamos que ya es una costumbre buscar los memes que se han de publicar seguida la aparición de alguna noticia o evento, apaciguando automáticamente la seriedad de la situación.
(1) Mindess, 1971
(2) Hazlitt, 1903
(3) Kant, 1970
(5) https://cnnespanol.cnn.com/2019/12/05/obra-de-arte-de-un-banano-con-cinta-adhesiva-se-vende-por-us-120-000-en-art-basel-miami/
(6) https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20190204/banksy-autodestruida-subasta-expone-7285961
(7) https://www.elconfidencial.com/cultura/2021-06-01/artista-italiano-vende-estatua-invisible-15000-euros_3109172/
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