Por Nuria Valencia García
Lago di Como, 16 de Abril de 2020
Querido recuerdo de ti,
Es una de esas noches en las que no me atrevo a dormir por culpa de ese paralizador miedo a no saber qué me deparará Morfeo al cerrar los ojos. Me prometí no volver a dejar que ese sentimiento atroz invadiera de nuevo mis pensamientos. Y aquí me tienes, pasando la noche en vela. De nuevo escribiendo al olvido. Dudando entre si cerrar los ojos y sumergirme en una pesadilla sería peor que zurcir cronológicamente todos los momentos rotos para acabar tumbada en el suelo retorciéndome, en silencio, de un dolor del que, en ocasiones, dudo de estar dispuesta a desprenderme.
Un día como hoy encontré nuestras manos entrelazadas al despertarme, mientras nuestras miradas perdidas buscaban nuestros rostros. Y yo, tumbada frente a ti recordé cuanto extrañaba sentir que alguien me hiciera existir tan solo con un beso. Estábamos hechos de esos momentos que hicimos nuestros, de nuestros gestos y miradas cómplices ; de nuestros desafíos, incomprensiones y de la timidez de querer decirnos tantas cosas sin saber elegir las palabras correctas; de aquellas escapadas secretas donde nos saboreábamos, acariciábamos y amábamos a la luz de la luna para luego vendarnos los ojos y ofrecernos un nuevo amanecer al despertar ; de nuestros paseos siempre cortos con conversaciones a medias ; de todas las cosas que nos confesamos entre suspiros y aquellas que nos olvidamos de decir.
Entre sueños me despierto sintiendo tu olor, vuelve esa fragancia que tanto me embriagaba. Confieso que, a veces, observo durante horas el otro lado de la cama, inerte, donde imagino verte tumbado junto a mí, a un metro porque nos hemos enfadado. Por alguna razón, esta vez, ha sido culpa mía y eres tú quien me ha privado de tus caricias. Me das la espalda y, en silencio, sé que tejes una tela de araña para mantener esa distancia que tanto me angustia.
Una y mil veces repetiría tu nombre para invocarte, porque de algún modo, sin esperarlo, fuiste el autor de todo mi caos. Aunque, debo admitir que también fuiste quien me salvó de caer en la rutina.
PD : De nuevo otro amanecer a ciegas. Y aquí me tienes anhelando aquellos abrazos que me dabas cuando parecía que el mundo se iba a acabar.
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