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Foto del escritorÚltima Plana

Cuento de un viaje ameno

Por Iván Reugedub



Seguramente te preguntes sobre qué irá este texto, del cual su inicio, ya, es bastante peculiar. Será una bella historia con abundantes y pletóricos arroyos, un sol que vislumbra tu camino y las praderas que acompañan tu ruta... o no. Bueno, a ver, la tendrás... pero todavía tengo que pensar en todo esto, aunque en este preciso momento mi alter ego me esté proponiendo otro tipo de historia... déjate llevar... imagina bien cada elemento que escucharás con la dulce voz que resuena en tu cabeza, pronunciando estas palabras: cierra los ojos y déjate invadir por la imaginación... eh, bueno, en realidad, si cierras los ojos no verás nada, pero imagina bien, no te dejes distraer por los otros, si bien yo soy uno de ellos.


Tu camino es largo, pero las pasturas amenas y el sol del mediodía lo hacen agradable. Lentamente, la jornada se va, los minutos pasan, el astro dorado desciende, pero tú, sin embargo, tú continúas con tu camino, poco a poco, paso a paso. Lo acogedor y deleitable del paisaje despierta paulatinamente tu imaginación. Comienzas a reflexionar sobre diferentes cosas, cosas agradables, sueños escondidos que añoras realizar...


No lo apercibes, pero el sol ya se encuentra a tres cuartos de su trayectoria diaria. Miras las vistas y te percatas del magnífico atardecer que se presenta ante ti.


Al horizonte, un rojo anaranjado se torna suavemente en un rosa profundo, dorado en pleno centro del sol, y cuanto más diriges tu mirada hacia el centro de la circunferencia de la tierra, más el cielo cambia de un rosa purpúreo a un turquesa espléndido. Un momento único, un espectáculo casi irreal que sucede ante ti... sueñas teniendo los ojos abiertos y tu ser se llena de bellos pensamientos.


No te das cuenta, pero entras en un bosque, un bosque, que se vuelve, progresivamente más tupido.


Por culpa de la luz moribunda, tu visión se reduce, mas tú no tienes miedo y sonríes constantemente. La voz en tu cabeza, sí, aquella que recita esta historia, te tranquiliza, porque no muestra ninguna traza de peligro futuro. ¿Deberías tenerle confianza...? Mientras caminas, tocas un árbol para guiarte, parece tan real... áspero... rugoso... frío...


No puedes detenerte, sino, llegarás tarde, pero... ¿Tarde a qué? Esa es la pregunta que ahonda en tu pensar, a la cual no puedes responder, y, sin embargo, continúas tu camino.


La oscuridad gana terreno, no ves casi nada... te guías apoyándote en los árboles casi adivinando el camino. De pronto, no son más cilíndricos... parecen estar unidos... crees sentir un solo gigante e infinito árbol... ¿Los árboles se han vuelto una línea continua...? ¡¿UNA LÍNEA CONTINUA?! Vosotros sabréis, si habéis conseguido vuestro permiso de conducir en buena ley... (- ¿vosotros? ¿No sé suponía que estas personas estaban solas?) (- shhhh, déjame contar la historia y cállate, sino descubrirán el secreto.) Como decía... eh, me he perdido, ¿En qué estaba?... ¡Ah sí! UNA LÍNEA CONTINUA... bueno... eh... digamos que no la puedes atravesar... sí, bueno, dicho así parece un poco tonto, pero fui interrumpido.


Te detienes, intentas volver a ver los árboles que se han convertido en muros, buscas la separación en la obscuridad, tratando de palpar cada centímetro, pero no encuentras nada. Te das vuelta e intentas ir perpendicularmente con respecto a ese muro, un paso, dos, luego tres, comienzas a recobrar la esperanza, podrás retomar tu camino, pero al cabo del cuarto paso, tu pie choca con otro muro. Igual que antes, lo palpas, mides su altura... unos dos metros y medio...


Te preguntas que debes hacer y donde has venido a parar. Bueno, te voy a decir dónde... Entre dos muros... ¡oh sí! entre dos muros, aunque no lo creas. (- Estamos de acuerdo, que, tú, los momentos de tensión no los sabes gestionar, ¿! Eh !?...lo voy a hacer a mi manera.) Algunas

lágrimas empiezan a rodar por tus mejillas, la angustia del encierro y la lejanía que sientes por aquellos que te quieren nunca fue tan fuerte. (- Me está empezando a dar penita, ¿Estás seguro de que debemos hacer sufrir a esta persona?) (- Es parte de la historia, mismo trato para todos, sin excepciones.) (- No... pero mira...debemos tener cuidado, creo que estamos yendo muy lejos.) (- No te preocupes, no pasa nada.) (- Voy a cambiarlo, juguemos a las cartas, es más simple, menos tortuoso.) (- ¿¡POR QUÉ QUIERES JUGAR A LAS CARTAS, EN UN LABERINTO!?)


Las dos voces que se pelean continuamente, te hacen reír, en realidad no se dan cuenta, que a pesar de salirse del relato, las puedes escuchar de todas formas.


Dejas de llorar, tus emociones son más estables y podemos continuar. Te vamos a dar una linterna para alumbrar tu camino. Miras detrás, pero los árboles forman una pared infranqueable, cubierta de espinas. Te preguntas como la atravesarás... (- ¡Pero como le vas a dar una linterna, va a ver todo el camino!) y te voy a dar una capa porque hace frío... (- ¡No, no! ¡Pero estás tratando de convertir a la persona en un personaje de terror! ¡Hazla cojear ya que estás!) (- ¡HEY! ¡No cuentes! no te adelantes a la historia. Si te atreves, ¡hazlo tú!).


Bueno, te vamos a dejar la linterna, pero alumbrará poco. Te sientes con más seguridad y avanzas en la oscuridad, ahora, iluminada tenuemente. El suelo cambia, no pisas más la tierra, caminas sobre mosaicos de estilo griego y columnas blancas. Delante de ti, un pequeño espacio cuadrado, como un lugar de descanso, una fuente y dos caminos...


(- Esto, ¡Déjamelo a mí! que la idea de la linterna fue mía y fue genial.)


Dos caminos, delante de cada uno encuentras un cartel, el primero dice:


«Enciende los candiles que los brujos piensan en volver.»


(- Pero si no hay candiles, de que hablas.)


En otro cartel puedes leer:


«Escondido en algún bosque

Una puerta encontrarás

Su poder es el camino

Que nos puede transformar»


(- ¡Oye! eso lo he escuchado en algún lado.) (- Hmm, debe estar en el guion seguramente, no sé, me lo acabo de inventar...espero que no se dé cuenta...)


Intentas alumbrar los dos caminos, en uno te espera una selva negra. (- ¿Quieres decir una selva negra como al principio? ¿O todavía más oscura? Qué suerte que le he dado una linterna ¡soy demasiado bueno!) (- No, no... ¡El pastel! ¿Te acuerdas de la etapa 24 con los Núcleos de Personalidad de A.S.?) (- ¡Ahhh sí, esa selva negra! Esa parte es muy graciosa, espero que vaya por ese lado.) Por el otro camino, algo te llama, algo que te produce felicidad. ¿Podrá ser...? No, no puede ser...


(- Espera un segundo...) (- ¿Qué pasa ahora?) (- Pues... que no sabemos que les gusta... no los conocemos...) (- Eeeeeh, no lo había pensado...) (- ¿Qué inventamos?) (- No lo sé, les debe gustar algo a todos por igual...) (- ¡Lo tengo! déjamelo a mí.)


Escuchas el sonido inimaginable, inesperado, inaudito de aquella cosa que más deseas, que todos hemos querido tener alguna vez... ¡Algo muy bonito! (- ...) (- ¿A que no te lo esperabas? ¡Es genial como regalo!) (- Pues, no me lo esperaba, ¡Porque es la idea más tonta que has tenido hasta ahora!) (- Entonces, significa que te gustó la idea de la linterna. ¡Yo sabía!)


Dejas de lado la selva negra y eliges el camino del sonido que te atrae (- ¡Yo quería el otro camino! ¿No podemos obligar a nuestros personajes?) (- No, va contra las reglas...).


Atraviesas la oscuridad del camino y llegas a una nueva intersección igual a la de los mosaicos de estilo griego y columnas blancas. Otros dos caminos aparecen delante de ti, pero esta vez solo tienes un cartel:

«Detrás de las paredes Que ayer te han levantado Te ruego que respires todavía...»


(- ¡EHHH un segundo! ¡Eso es una canción! Espera... ¡Las anteriores también!... lo único que estabas haciendo era copiar canciones...) (- Noooo... ups, se dio cuenta... solo intentaba improvisar) (- ¡Y lo que hiciste es leer las letras de las canciones que están en la estantería para discos! Ahora voy a seguir yo.) (- ¡No, yo!) (-Sólo estas copiando cosas, vas a hacer que tengamos problemas de copyright.) (- ¿Qué es copyright?) (- Déjame seguir contando la historia y cállate.) (- ¡OBLIGAME!)


Lamentablemente, nuestras dos pequeñas creaturas siguen peleándose por continuar la historia y esperas delante de la intersección sin poder saber qué camino debes tomar. Las miras pelearse, bueno, más bien las escuchas... sientes la mirada repentina de ambas... y bajan delante de ti un telón imaginario para que nos las escuches... pero igualmente oyes sus voces en tu cabeza... empiezan a contar detalles íntimos de sus vidas... esto se vuelve un poco embarazoso... la incomodidad se apodera de tu ser... creo, sería mejor, que lo dejemos para la próxima vez...


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