Por María Fernanda Martínez Gutiérrez
Recuerdo claramente lo que decía el anuncio de adopción: “Aslan, en refugio, espera su familia de adopción” y había una foto pixelada de un gatito atigrado de color naranja crema, sus ojitos apuntaban hacia la cámara y su mirada imprimía dulzura y curiosidad. Hacía ya bastante tiempo que me había planteado la idea de adoptar un gato, así que sin pensarlo mucho decidí enviar un mensaje a la asociación que lo estaba dando en adopción. En cuestión de horas obtuve una respuesta entusiasta acerca del carácter del gatito, pero al mismo tiempo había una advertencia muy importante “Aslan tiene VLFe”. Nunca en mi vida había escuchado estas siglas así que con presteza empecé a googlear acerca de este misterioso término y me encontré con la siguiente definición:
“Es una enfermedad causada por el virus de la leucemia felina (FeLV) perteneciente a la familia de los Retrovirus y a la subfamilia de los Oncovirus […] El contagio se realiza mediante contacto directo entre gatos a través del lamido, peleas, compartir platos, a través de saliva, sangre, orina, lágrimas y leche. También hay contagio intrauterino. La exposición al FeLV puede acabar en tres situaciones diferentes según la respuesta inmunitaria del gato: 1. Resistencia a la infección 2. Infección progresiva (viremia persistente, desarrollo de enfermedades asociadas a FeLV). 3. Infección regresiva (viremia transitoria o latencia). Pronóstico fatal. La gran mayoría de gatos mueren a los pocos meses de manifestarse los signos clínicos[1].”
Aslan tenía una sentencia de muerte casi asegurada. La chica del refugio me comentaba que al tener leucemia, él tendría que ser un gato de casa y no podría salir debido a que podría contagiar a otros gatitos, sin embargo, ella me aseguraba que Aslan era un gatito muy amoroso y que hacía ya bastante tiempo buscaba un hogar. Confieso que al principio sentí mucha pena por él y no sabía si yo fuese capaz de adoptar un gatito enfermo, porque entre otras cosas la leucemia felina no tiene tratamiento posible y reduce en gran medida la esperanza de vida de un felino.
Me tomé varios días para pensarlo, pero la mirada serena y amorosa de Aslan y mi deseo de darle un hogar me ayudó a tomar la decisión que cambiaría gran parte de mi vida. Recuerdo que tuve que llenar un formulario y hablar en varias ocasiones con una de las intermediarias en la asociación que se encarga de poner en adopción gatos y perros que vienen de refugios españoles ya que estos no tienen los medios para dar abasto con todos los animalitos que recogen. Aslan tendría que hacer un largo viaje hasta Ginebra para que nos encontráramos.
La fecha se había fijado y la cita pactada estaba a punto de tener lugar. Yo estaba esperando que llegara Aslan junto con otros animalitos que iban camino a conocer sus nuevos dueños. Cuando conocí a Aslan por primera vez, él no paraba de maullar y estaba muy nervioso, a tal punto que estaba cubierto de su propio pis y caca. No puedo imaginar el estrés y miedo que habrá sentido de saberse en un viaje desconocido. La primera vez que conocí a Aslan mis ojos se llenaron de lágrimas al ver su condición. Tuve miedo de no ser la persona adecuada para cuidar de él.
Regresamos a casa y él no paraba de maullar, como quien para catalizar su estrés, se pone a hablar insistentemente acerca del evento traumático. Yo recuerdo que me sentía muy alterada de ver su estado e inmediatamente me pregunté a mi misma si había tomado la decisión correcta al adoptarlo. La primera noche fue la más difícil, Aslan tenía mucho estrés y maulló toda la noche sin parar, yo no pude pegar el ojo sino hasta el día siguiente en el que él empezó a calmarse y decidió dormirse a mi lado. Parecía que poco a poco nos estábamos volviendo buenos amigos.
Sabía que su vida sería corta, pero nunca imaginé que tuviese que verlo partir tan pronto, no estaba preparada ¿pero acaso quién lo está? Decirle adiós a mi mejor amigo gatuno ha sido una de las cosas más duras que he tenido que hacer. Yo soy una persona muy solitaria y en el momento en que Aslan entró a mi vida, la iluminó y la hizo más llevadera. Su dulce carita y su amor me acompañaban a todas partes. Aslan era mi sidekick, mi mejor amigo peludo, mi compañero fiel. Cada día que llegaba a casa, él me esperaba atentamente, y al llegar recuerdo que siempre me maullaba, tal vez él quería contarme su día o reclamarme el dejarlo solo mientras iba a trabajar. Al cuidarlo todas mis dudas se disiparon, me sentí capaz de ser una buena mamá gatuna y como tal, buscaba siempre brindarle la mejor comida, muchos juguetes y todo el amor que podía darle.
Pero por más de todo lo que pude haberle brindado, él me dio mucho más, y cuánto. Trajo a mi vida esperanza y amor incondicional. Nunca podría haber retribuido todo su cariño y la felicidad que sintió al saber que tenía un hogar conmigo. Hoy, mi peludito ya no está y su ausencia lo inunda todo. He pensado mucho en cuanto su corta vida me inspiró y cada que lo pienso más me doy cuenta de que no es sólo su compañía sino su ausencia la que me ha enseñado tanto. Perder a Aslan ha sido muy duro, pero conocerlo es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Me ha inspirado a ser más compasiva, apreciar lo que tengo y la brevedad de los momentos. Aunque escribo este recuento de los hechos con mucha tristeza en el corazón, sé que más adelante volveré a adoptar y quisiera animar a aquellos que aún no se sienten seguros de adoptar a una mascota. Háganlo, nunca se arrepentirán de todo el amor que un peludito puede dar, para ellos, sus dueños lo son todo. Imagínense darle la oportunidad a un animalito que ha pasado toda su vida enjaulado.
Desde otro plano espiritual, espero algún día volver a reunirme con Aslito.
[1] https://www.affinity-petcare.com/veterinary/patologias/infeccion-por-felv
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