A los pies de tu cama
- Última Plana
- 22 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Por Nuria Valencia García

Estambul, 18 de Febrero de 2020
Querido Tú,
Casi treinta y dos años, apenas un suspiro dirían algunos, aunque siento como si hubiera pasado siglos a tu lado. Sumergidos en esa intensa aventura de torbellinos emocionales y montañas rusas de momentos vehementes.
Recuerdo cómo me enseñaste a amar nuestro perturbador caos bailando a los pies de tu cama mientras sonaba esa canción que tanto nos gustaba y entonces, con tan solo un ligero roce con tu hombro, levantabas mi mentón, fijabas tu mirada en mi ser y me decías TE AMO. Lo decías con tanta naturalidad que cada vez que resonaban esas palabras en mis oídos no podía evitar sentir un escalofrío recorrer de norte a sur mi espalda, ni aquellas lágrimas de alivio.
Uno de esos días en los que la melancolía, la pasión, la ira y los miedos se sincronizaban y hacían estallar en una batalla de egos nuestros celos, siempre volvíamos a los pies de tu cama y me confesabas un secreto y una certeza. Siempre empezabas por la certeza, entonces acercabas tus labios a mi oído izquierdo y me susurrabas con un tono firme pero apasionado: “Si decides amar, el riesgo de sufrir te acompaña como una sombra”. Tras esas palabras, te alejabas a un palmo de mí, me mirabas unos segundos en silencio y sin parpadear recitabas como tuya esa frase de Camus que tanto te gustaba repetir: “No hay sol sin sombra y es esencial conocer la noche”. Seguidamente, proseguías con el secreto, nunca era el mismo pero recuerdo uno en particular en el que me decías : “Durante una hora y media te he amado. Te he observado cada instante, cada minuto, cada segundo de esa hora y media y únicamente tenía ganas de sentirte cerca, de besarte o de reírme contigo. Tenía ganas de atraparte en mis brazos y decirte, no te preocupes, estoy aquí y no voy a dejar que te pase nada. Durante todo ese tiempo has brillado a mis ojos más que cualquier estrella que podamos observar en el cielo una noche despejada. Nada me hará olvidar ese momento y jamás lo cambiaré por nada. Estabas maravillosa y esta noche tú has sido mi reina”.
Siempre me hacías caer rendida a tus pies en los pies de tu cama y acabábamos bailando hasta el amanecer, sosteniéndome, con tus brazos rodeando mi cintura y mis brazos rodeando tu cuello. Así es como nos recuerdo, así es como mi memoria decide que quiere conservarte para hacerme sentir de nuevo ese mejunje de emociones tan complejas de descifrar. En mi cabeza no dejan de sonar mil canciones bonitas con las que aprendí a odiarte, pero escribo estas líneas con Aznavour y su “La Bohème”, no sé si acertada para este momento.
PD: Es la primera vez desde que te fuiste que al recordarte me sorprendo sonriendo, no sé lo que querrá decir pero puedo asegurarte que aunque ya no escriba tu nombre en estas cartas, siempre tendré grabada tu huella en cada uno de los rincones de mi piel.
Comments